SvD, 13 febrero 1895, 4. «Cosas de Espanja» .
No hay tantas peculiaridades en la forma de vivir y pensar de los españoles, pequeñas cosas que hacen de la convivencia con ellos algo completamente diferente a la de todas las demás naciones. A todas las costumbres e idiosincrasias que caracterizan particularmente a España, los españoles las llaman «cosas de España».
Lo primero que aprendes es a no tomar en serio una invitación, a menos que esté impresa en cartulina o papel vitela, con todos los detalles del lugar, la fecha y la hora, u otra cosa, así como enfáticamente para informarte que realmente eres bienvenido. Una invitación a visitar a la familia, como generalmente se la presenta, es absolutamente insuficiente: la seguridad de que los españoles en casa me pertenecen y de que puedo disponer de los miembros como me plazca, sólo suscita de mi parte un cortés pero frío «gracias».
En la obra en sí, el español nunca dice «mi casa» cuando habla con alguien fuera de la familia: por pura cortesía siempre dice «detta edert hem» (está su casa) cuando se refiere a la suya. Apenas has tenido tiempo de que te presenten a un español cuando te informa repetidamente que tu casa (hus, casa) está en tal o cual calle n:o tal y tal; uno tampoco se sorprende de escuchar a la misma persona algún tiempo después, que sin embargo tiene una nueva casa está a su disposición en el lugar o en el lugar especificado con mayor precisión, si uno nunca puso un pie en el «hogar» anterior.
Del mismo modo, todo objeto que encuentres para admirar es inmediatamente declarado de tu propiedad, incluso si se tratara de las joyas más caras. Si esta cortesía se lleva tan lejos, que las damas responden a los caballeros, cuando encuentran sus miradas, etc. deliciosamente: «está a su disposición de V». Aún no lo he descubierto.
Hay algo adorablemente democrático en los Apanjors a pesar de su nobleza y riqueza. En los mejores cafés se puede ver entrar a los bluesmen tranquila y dignamente; y si no hay otro lugar disponible, sucede a menudo que toma asiento en la mesa de un elegante caballero, sin que éste muestre sorpresa alguna. El trabajador levanta su …. o una taza de café. Por supuesto, todo el asunto es solo una formalidad; pero da una impresión desfavorable.
Algo que divierte al forastero, sobre todo al principio, es la forma en que un español saluda a una dama. «Hazme el favor», dice, «de acostarme a los pies de tu esposa».
El español no sólo «se acuesta» frente al pie de una mujer, sino que también «besa» ese pie a tiempo y fuera de tiempo. No puede mencionar el nombre de una dama en una carta, sin agregar entre paréntesis; «cuyo pie beso», por razones prácticas abreviado preferiblemente a (s.p.b.), y si la carta está dirigida a una dama, él mismo firma: «N. N. que besa tu pie», también abreviado (q.s.p.b.). Sin embargo, durante las conversaciones orales entre caballeros, no debería ser necesario expresarse de manera tan solemne sobre el sexo débil.
Cuando se escribe con un caballero, uno se digna a besarle la mano al final de la carta, pero esto no afecta nada de lo que falta: q.s.m.b. Si ha dado rienda suelta a sus sentimientos hacia un hombre de negocios llamándolo un fraude o un sinvergüenza, no le impide firmar usted mismo: «su humilde y fiel servidor, que le besa la mano».
Ya en la dirección española V. (usté), donde «tú», se expresa esta manía de cortesía; Es decir, es una abreviatura de vuestra merced, «tu nad»; en plural se llama ustedes.
No hay casi ningún otro país cuyos periódicos utilicen epítetos más apropiados sobre sus empleados, sobre los funcionarios del Estado, sobre los particulares que dan cenas, sobre la gente en general, que en España. allessammen son apreciable, apreciadisimo, ilustre, ilutrisimo, excelentisimo, etc.
Uno puede imaginar lo agradable que sería para un periodista tener sus artículos siempre precedidos por, p. de la siguiente manera: «fueron elocuentes e hipócritas corresponsales en Barcelona escribiéndonos…»
No se desean «buen día», «buena noche», etc., sino «buenos días», «buenas noches», «buenas tardes» y «buenos días». En el norte de España, a menudo se escucha un «felices tenga V.» en respuesta a los «buenos días»: «ma vi ha lyckliga» (n. b. dagar). O uno va a despedirse: vaya con Dios, pero ni mucho menos en ningún sermón solemne en Cataluña se dice mayoritariamente: «pase V. bien», izquierda bien. En caso contrario, la expresión habitual para la despedida es: adiós.
«Gracias» es una palabra que rara vez se usa, lo que probablemente puede parecer una objeción nórdica: nosotros, que estamos acostumbrados a decir «adiós» y «gracias» una docena de veces, si también compramos solo por 10 öre en una tienda. Un español, que de paso tuvo la amabilidad de decirme la hora, me preguntó completamente asombrado: «¿por qué me das las gracias?». Pero si hay que dar las gracias, no dice nada menos que «Muchísimas gracias y mil anjos de vida», «muchas gracias y que te enamores por mil años». Había una vez una persona que calificaba su gratitud según el tamaño del regalo y me deseaba, entre otras cosas, a. un año de vida. Me pareció un poco de broma, pero probablemente ella quería reservarse la libertad de desearme otro año al principio, en caso de que demostrara que era digno de esto.