Patricio de Azcárate (Londres, 1920-Alicante, 2018) participó como voluntario en el Ebro donde, debido a su conocimiento de los idiomas, fue destinado al Estado Mayor y ejerció de traductor entre el Jefe del Estado Mayor, coronel José Sánchez Rodríguez, y los brigadistas internacionales. Hablaba inglés, español, francés y alemán.
Me recibió [Santiago Carrillo] como era él, muy simpático, muy cariñoso. Y entonces me dijo: “Hombre, pues voy a pensar en qué te podemos emplear.” Era una semana antes de iniciarse la batalla del Ebro. Entonces todo el aparato del Partido y de la JSU estaba en la preparación de la batalla. Me dijo: “Espera dos días y ya te avisaremos.” Al cabo de dos días, en casa de mi tío, el coronel, me llama por teléfono y me dice: “Ven a verme, tengo una noticia para ti.” Fui a verle y me dijo: “He estado hablado con el Jefe del Estado mayor del Ejército y, claro, tú lo único en que puedes ayudarnos es en los idiomas (yo tenía entonces los cuatro idiomas: español, francés, inglés y alemán) porque tenemos problemas a veces con los jefes de las Brigadas Internacionales.”
La verdad es que entonces me di cuenta de que la cosa era una bestialidad. La guerra es un horror. Yo me acuerdo allí de la sierra Pandols, en las posiciones más próximas a Gandesa que ocupamos, según me contaban; porque yo hablaba mucho con los brigadistas, con los ingleses, con los americanos, y tal…, mientras mi jefe estaba tratando de temas de estrategia, hablaba con ellos; me contaban un poco su vida, lo que hacían, de dónde venían y tal; me relataban entonces lo que suponía pasar un día en primera línea, bajo el bombardeo de la artillería sobre todo. Y él me decía: “Lo peor es la artillería, la artillería pesada era lo peor, porque […]. Las bombas de aviación es muy distinto.”
Estuvo también de intérprete con los prisioneros italianos.
Un documental rememora los últimos días de la Guerra Civil a través de su testimonio como intérprete de las Brigadas Internacionales. Patricio de Azcárate descubrió España durante la Guerra Civil. Hasta entonces, el país simbolizaba los veranos de la infancia en la casa solariega de León y un puñado de recuerdos familiares. El golpe militar le sorprendió en Ginebra, donde su padre era secretario de la Sociedad de Naciones. Meses más tarde, el gobierno republicano presidido por Juan Negrín le nombró embajador en el Reino Unido, una plaza estratégica que había quedado vacante cuando Julio López Oliván renunció a su cargo.