Spanish Teachmeet Sweden
28 de mayo de 2022
La EIO es la cenicienta de la metodología de lenguas durante el siglo XX. Esto es lógico en el método lectura-traducción, pero también se da en el método natural o en el muy difundido audiolingual, que se basa en «lyssna och härma» (escucha e imita)
Se trataría de intentar suplir de diferentes modos las carencias de la metodología. El espanol no forma parte del paisaje lingüístico habitual de los suecos durante la mayor parte del siglo XX. la colonia española en Estocolmo durante los años 40 era de no más de 30 personas (López Chicheri):
Clases particulares
Los primeros anuncios de clases de conversación en español aparecen en la prensa sueca en los años 20, generalmente ligados a lecciones de tango. En 1929 Carlos Oroz llega a Estocolmo y pone anuncios con su número de teléfono, al tiempo que da clases en la Borgarskola. Un poco después (1931) Joaquín Herráiz da como dirección para sus clases de conversación un número Götgatan cerca de Slussen.
También había institutrices (inmersión) o pasaba que personas que iban a viajar por países hispanohablantes solicitaran el concurso de profesores para prepararse. Este mercado era muy reducido.
Con todo, las clases particulares tienden a reproducir la metodología del aula. La clave está en el input y en la retroalimentación, que siguen siendo las mismas (en el aula son los muebles y en el parque son los árboles):
Clubs
En los años 40 se crean clubs de aficionados a la lengua española, que organizan todo tipo de actividades, lo que permite la conversación. El club Se habla español lo crea Max Gorosch en 1944.
En los clubs tenía especial importancia el teatro y la canción. La Sociedad hispano-americana de Gotemburgo, que dirigía Erlander,
hacía obras de teatro con este fin. En 1944 Matilde Goulard de la Lama monta una obra de Enrique Jardiel Poncela, Una noche de primavera sin sueño (1927).
Se canta. Cuando empiezan los métodos radiofónicos de español, que yo diría que toman cuerpo en 1949 con Latinamerikansk röster de Nils Hedberg, la canción también. Hubo un curso especial, del mismo modo que había métodos en francés, con la chanson, etc.
Matilde Goulard de la Lama escribe sobre sí misma en el anuario del IIG:
Visitantes. Juntamente con los estudiantes que siguen los cursos de español en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles los cuales visitan continuamente nuestros locales, no sólo por exigencias de sus cursos sino para recurrir a la biblioteca y practicar la lengua con la secretaria”
Campus de verano
La guerra mundial impulsa este tipo de iniciativas, como los clubs o las semanas del español, ya que salir fuera de Suecia se hace cada vez más difícil. Así nace la Semana Española de Sigtuna (1944-1949), que remeda a su manera las escuelas norteamericanas como la de Middlebury (en la que daban clase Casalduero, Jorge Guillén, Pedro Salinas, etc., autores de Doña Gramática, obra teatral que rescaté, edité y representé). En Sigtuna dieron clase también profesores como Matilde Goulard de la Lama, Ernesto Dethorey, Enrique Wretman, Max Gorosch, Nils Hedberg y otros grandes nombres de la lengua española en Suecia durante el siglo XX.
De los «colleges» norteamericanos copian la idea de poner una multa si no se habla español, que es algo que existía en Middlebury, y también en Viggbyholm y Sigtuna. Lo que indica la importancia de hablar en un contexto simulado de inmersión.
Más allá de la metodología
El sueco y los turnos de palabra.
Tan arraigada se encuentra la timidez en el sueco que éste nunca consigue liberarse de sus redes. El temor a un público fracaso detiene sus impulsos. El fenómeno, que se disimula con ropaje de cortesías, se funda en el orgullo. Es fácil observarlo. Yo he tenido diaria ocasión de percatarme de ello en las aulas. Hasta llegar al nivel de una mínima y necesaria confianza, el ejercicio docente está lleno de dificultades y desesperanzas. Resulta, en principio, casi imposible establecer diálogo con el alumno, primero, porque teme cometer alguna falta, y, segundo, porque no se presta -así lo confiesan- a ser sujeto de críticas ajenas. Ante estas dos posibilidades, prefiere guardar silencio.
Recuerdo a un amigo y compañero, nacido en Castellón, que, recién llegado a Estocolmo, vino a suplicarme que le substituyera en sus clases, pues no podía soportar el hermetismo de sus alumnos. La rigidez de aquéllos con quienes tenía que conversar en español, le desató una auténtica crisis nerviosa. Le ayudé. Me encargué de aquella clase y, al poco, tranquilizado, pudo mi amigo reemprender la docencia.
Vicente Ramos: Viaje a Estocolmo (Alicante, 1962, 123).