1640-1726

La lengua de las gramáticas y métodos de español como lengua extranjera en Europa (1640-1726). Daniel Moisés Sáez Rivera 1 (bajo la dirección del doctor José Luís Girón Alconchel). Madrid, UCM, 2007.

Tönnes Kleberg (1904-1984) 2 nos explica la situación peculiar del español en Suecia en el siglo XVII dentro del complejo de la enseñanza de distintas lenguas (aunque no emplea el término «colingüismo»). De este modo nos señala cómo en la época Suecia se ha vuelto una potencia cosmopolita en la que sus vástagos nobles siempre se embarcan en una peregrinación al Sur, sobre todo Alemania e Italia. Se conocía bien el alemán por las relaciones políticas, en añadidura, aunque el mundo aristocrático hablaba también francés. En la casa real se hablaba el sueco, el alemán, el holandés y el francés; también se practicaban las lenguas románicas de cultura del sur de Europa, sobre todo el italiano: podemos concluir por tanto que el español ocupa el escalón más bajo en el colingüismo de la época en la zona.

Se puede medir el interés por España mediante los viajes a la Península Ibérica y los libros que con toda seguridad han sido adquiridos por los suecos, muchos de los cuales estaban en lengua española. Según Carlos Clavería, que fue profesor en la Universidad de Uppsala durante años, no faltaron los lectores curiosos interesados por las obras españolas en su lengua original, como lo prueban los fondos españoles antiguos de las bibliotecas suecas.

Por otra parte, se sabe que la reina misma, Cristina de Suecia, se interesaba profundamente por la lengua y la literatura española, de modo que el representante de España en Estocolmo, don Antonio Pimentel de Prado, era uno de los amigos más íntimos de la soberana. Incluso se vestía levemente a la española y conocía la misma lengua española, por supuesto, entre muchas como la latina, griega, francesa, las dos de al catolicismo abandonando la religión protestante de su padre, Gustavo Adolfo, en parte gracias al apoyo de Felipe IV de España.

El español era conocido por las clases altas, ya que formaba parte de su educación cortesana:

«La enseñanza de las lenguas “de portes nobles” se consideraba necesaria para la educación especialmente de los caballeros»

De este modo, no es de extrañar que el gran humanista sueco del siglo XVII Georg Stiernhielm (1598-1672) incluyera en un pasaje de su famoso poema Hércules una lista de lecturas de entretenimiento recomendadas, entre las que figura el Amadís, la Celestina, la Diana de Montemayor, el Guzmán de Alfarache y la Pícara Justina. Además, Guevara fue traducido en Suecia en el siglo XVII por medio de versiones intermedias alemanas y en el siglo XVIII mediante versiones latinas. Igualmente se conoció y tradujo a Gracián, en concreto el Oráculo manual, aunque sea versión manuscrita al latín por parte de un tal Andreas Wibjörnson (1658-1733) a través de la traducción francesa de La Houssaie 3.

El bibliófilo y erudito Johan Gabriel Sparvenfeld (1655-1727), que viajó por España en búsqueda de pruebas del común pasado godo y con el propósito de comprar libros interesantes, tradujo al sueco a finales del siglo XVII la Corona gótica de Saavedra Fajardo –autor predilecto de varios gramáticos del corpus– y el Gobierno moral, a Leilo (Murcia, 1657) de Salvador Jacinto Polo de Medina 4.

Por otra parte, como suele ser habitual en los países del centro y del norte de Europa, la enseñanza del español suele estar asociada a la del italiano, de modo que el primer profesor de español en Suecia fue un italiano, Jacopo del Pozzo, maestro de española en la Universidad de Uppsala –conviene destacar además Universidades a mediados del siglo XVII. Además, el español aparecía algunas veces en los poemas de circunstancias polilingües que se publicaban con motivo de bodas y entierros u otras celebraciones irá volviendo la preponderante en tales poesías, mientras se apagaba el interés por el XVIII la lengua española desaparece de la escena europea, «a donde regresa en el siglo XIX».

Un contexto de aprendizaje del español muy parecido al de Suecia hubo de existir en el reino de Dinamarca y Noruega, en cuya corte de Copenhague enseñó un maestro de lenguas español, Carolus Rodríguez Matritense(1618-1689), el cual llegó incluso a literatura hispánica estaba de moda en el país nórdico a mediados del siglo XVII, cuando se reunió el fondo básico de la Biblioteca Real de Dinamarca: un botón de muestra es el caso de Corfitz Ulfeld, el conocido ministro de Cristián IV y Federico III, que era aficionado a las «cosas de España», escribía un excelente castellano e incluía en sus cartas danesas expresiones en castellano, por ejemplo al dirigirse a su esposa, la condesa Leonora Cristina; su rey Fernando III, fundador de la Biblioteca Real compró numerosos libros españoles por medio de Eiler Ulfeld (1613-1644), hermano de Corfitz Ulfeld y embajador danés en España de 1639 a 1643.

Dinamarca: Carlos Rodríguez Matritense
Son muy escasos los datos que se poseen sobre su vida, datos que ya proporcionaba M.ª Luisa Viejo Sánchez, nuestra fuente al respecto. De este modo, sabemos que, efectivamente, Carlos Rodríguez procedía de Madrid, de ahí su cognomen latino como Matritense, donde debió de nacer hacia 1618. Enseñaba francés, italiano y español en Dinamarca, primero en la Real y Ecuestre Academia de Soroe, como reza la portada de su obra, el Linguæ hispanicæ compendium de 1662 («Linguarum Hiſpanicæ, Gallicæ, & Italicæ in Regia & Equeſtri Academia Sorana Profeſſore»), y posteriormente en la Universidad de Copenhague. Igualmente averiguamos por la portada de su gramática que por aquel entonces era maestro de lenguas del príncipe heredero del reino de Dinamarca y Noruega, Cristián V («Celſiſsimi Principis, CHRISTIANI Daniæ & Norvegiæ Principis Hæeredis linguarum Magiſtro»), príncipe que tenía entonces unos
16 años, hijo de Federico III. En 1677, Rodríguez obtuvo el puesto de director de subastas en Copenhague con el encargo de completar la Biblioteca Real donde irónicamente se conservaría luego su obra. Su vida se apagó en 1689 a la tardía edad de 71 años, vida durante la cual acumuló una surtida biblioteca en la que destacaba, por supuesto, el gusto por los libros
españoles, aunque tampoco debió de menospreciar los tratadillos de enseñanza del español cuya lectura bien aprovechó para su propia obrita. Al morir dejó un hijo fruto de su matrimonio con la danesa Magdalene Sibylle Pederstatter, de nombre Christian Rodríguez (1668-1726), que llegó a ser sacerdote luterano tras haber estudiado teología en Copenhague. A este respecto, quizá su padre llegó a Dinamarca buscando refugio en un país protestante debido a sus creencias religiosas.

NOTAS

  1. Sáez Rivera transcribió la Olla podrida a la española (1655) de Marcos Fernández. Luego vendría la obra de Francisco Sobrino, y la de otros muchos gramáticos y maestros de lengua, así como un laborioso pero a la vez apasionante periplo en busca de textos gramaticales de 1640 a 1726.
  2. Tönnes Kleberg, «La lengua española en Suecia en el siglo XVII», en Mélanges de philologie romane offerts à M. K. Michaëlsson par ses amis et ses élèves, 1952.
  3. C. Clavería, Estudios hispano-suecos, op. cit., pág. 66
  4. I. Söhrmann, «La tradición goda: su presencia en la época del Barroco», en E. Martínez Ruiz y M. de Pazzis Pi Corrales (eds.): España y Suecia en la Época del Barroco (1600-1660), Madrid, Comunidad
    Autónoma de Madrid, Consejería de Educación y Cultura, Encuentros históricos España-Suecia, 1998.